Juanma. Por tortuoso
y maquiavélico, por su capacidad de seducción y manipulación, el joven conocido oficialmente por el seudónimo de "John" apunta maneras de genio del crimen. Y sólo tenía 14 años cuando urdió su diabólica trama. Todo indica que aquí tenemos un futuro Premio Moriarty. John es un adolescente de Manchester que ha sido condenado en mayo por
incitar a un asesinato. Lo sorprendente es que la víctima debía
ser él mismo. En 2003, cuando tenía 14 años, contactó
en Internet con otro joven, Mark, de 16 años, e inició una
increíble conspiración para lograr que Mark le matase.
Durante seis meses estuvo manteniendo contactos en la Red con Mark, al
que engañó diciéndole que era una mujer. No sólo
eso: era una mujer espía. Y además, podía ayudarle
a ingresar en los servicios secretos británicos. Para ello, sólo
tenía que superar unas pruebas preliminares. "Ella" le
ayudaría, y encima le ofrecía sexo como recompensa por su
éxito.
Fascinado por su exótico ligue virtual, Mark cayó en la
red. También John sucumbió a los virtuales encantos de Mark,
y así fue gestándose un perverso amor basado en una grotesca
mentira. La "mujer espía" le pidió a Mark que,
para demostrarle su amor, realizara actos sexuales ante una cámara
Web. La cosa iba marchando.
Por fin, la supuesta espía sometió a Mark a la prueba definitiva,
que le abriría las puertas del servicio secreto. Debía demostrar
que era capaz de matar a sangre fría a un desconocido. Le dio la
dirección de la víctima (la del propio John) y le indicó
que debía apuñalarla tras decirle "Te quiero, hermano".
El 29 de junio de 2003, en un callejón de las afueras de Manchester,
Mark atacó con un cuchillo a un desconocido, sin saber que era
su gran amor de la Red. Pero no tenía mucha experiencia en apuñalamientos,
de modo que John quedó grave pero no murió. Se curó en una semana y los dos chavales se vieron en la necesidad de dar explicaciones.
Aunque John alegó que había sido atacado por un extraño,
resulta que en el lugar del crimen había cámaras de vigilancia,
y la visión de las cintas hizo pensar a la policía que allí
había gato encerrado. Tras unas hábiles pesquisas en Internet,
salió a la luz la correspondencia entre los dos jóvenes.
Ahora, John ha sido condenado a tres años en régimen de
supervisión especial por inducción al asesinato. Claro que
el muerto tenía que ser él, pero el ejecutor no lo sabía.
Mark, declarado culpable de intento de asesinato, deberá pasar
dos años en vigilancia. El juez debió de entender que el
chico no tiene demasiadas luces y no ha sido muy duro con él. Tampoco
nosotros creemos que vaya a llegar muy lejos, ni como espía ni
como asesino.
Pero John... eso es harina de otro costal. Si no reincide en sus intentos
de autoeliminación, John tiene por delante una brillantísima
carrera en el mundo del crimen creativo. Como todos sabemos, la cárcel
es una excelente escuela de métodos y técnicas, donde podrá
pulir su estilo. Y ni siquiera conocemos su verdadero nombre, que la ley
protege. ¿No es para temblar?