Rumboso fracasa como asesino

Juanma. Afortunadamente para su esposa, Robert F. Holcombe es tan incompetente como asesino que fracasó en cinco intentos de eliminarla con el fin de cobrar un seguro de vida y continuar su vida de crápula y ostentación.
Para el quinto intento, Holcombe recurrió a la ayuda del hijo de ambos, que acudió a la policía y se prestó a llevar un micro oculto con transmisor, lo que permitió la detención antes de que se consumara el asesinato.
La noticia viene clasificada como "chapuza", pero es más que eso: es todo un peliculón.
Era cliente de un bar de striptease
Para empezar, Holcombe, de 55 años, es una mole de 1,90 de estatura y más de ciento cincuenta kilos de peso (su papel podría hacerlo John Goodman). Le perdían la farra nocturna, el buen whisky y las mujeres jóvenes. Era asiduo de un local de striptease llamado Tiffany's, donde exhibía fajos de hasta 10.000 dólares USA para atraer a las chicas. Si estabas sentado en su sitio habitual, te daba 100 dólares para que se lo cedieras. A su última "conquista" le pagaba 200 ó 300 dólares sólo por dejarse invitar a comer, y la invitaba varias veces a la semana. De este modo dilapidó una herencia que le cayó en 1998. Si quería continuar con su tren de vida, pensó, no tenía más remedio que matar a su mujer, con la que llevaba casado 30 años, y cobrar el seguro de vida.
Así comenzó una serie de tentativas que recuerda el argumento de la película "Te amaré hasta que te mate". La primera tuvo lugar el 26 de octubre de 2004. Holcombe rompió la conducción de gas natural del calentador de agua y encendió un fuego en el sótano de la casa, con la intención de provocar una explosión. Pero la mujer olió el humo y apagó el fuego. Parece que no le dio importancia al incidente.
La segunda vez, Holcombe puso en marcha el motor del coche y conectó el tubo de escape al extremo de un tubo de goma que llegaba hasta un agujero en la pared que separaba el garaje de la alcoba. Al cabo de 30 minutos, como su mujer no se moría, Holcombe fue al garaje a investigar. Casi le cuesta la vida. "Me mareé y empecé a vomitar", se le oye contar en la cinta que grabó su hijo.
Vinieron después dos intentos de envenenamiento: uno con Percocet y otro con Benadryl. Otros tantos fracasos.
Holcombe empezaba a desesperarse. Tres meses antes había conocido en el Tiffany's a Misty, una showgirl de 23 años con la que inició una curiosa relación. Le pagaba tan bien por acompañarle a comer que la chica abandonó el striptease y el lap dance. En dos meses, Holcombe se fundió 25.000 dólares con ella. La relación nunca superó el nivel de conversación, o sea que imaginen lo que habría gastado el amigo si la cosa hubiera pasado a mayores. El dinero se le acababa y había que acelerar el cobro del seguro.
De modo que, desconfiando con razón de su competencia criminal, Holcombe decidió intentar por quinta vez el asesinato de su parienta, pero esta vez lo haría con ayuda. Y aquí viene el episodio más asombroso: el cómplice que se buscó era el hijo de la pareja, de 28 años, que pensó que su padre estaba borracho cuando le pidió ayuda para matar a su madre.
Pero cuando el padre se lo propuso por segunda vez, Robert F. Holcombe II comprendió que el viejo iba en serio y acudió a la policía, que le equipó con un micrófono y un transmisor ocultos. Después volvió a la casa y le siguió la corriente a su padre. Le dijo que le ayudaría y le tiró de la lengua. Holcombe I contó la historia de las anteriores tentativas y explicó el plan: esta vez se dejaría de métodos indirectos y atacaría físicamente a la molesta esposa. La mataría de un golpe en la cabeza mientras ella estaba sentada ante el ordenador. Después fingiría que la mujer se había caído por las escaleras. El hijo tenía que ayudarle a subir el cadáver al piso de arriba. Pero antes de matarla -explicó- era preciso envolverle la cabeza en una toalla para evitar que salpicara sangre por todas partes. "Eso lo he visto en la tele", añadió para demostrar que se documentaba debidamente antes de actuar. Poco después era detenido en Cherokee (Atlanta, Estados Unidos). En marzo de declaró culpable y le pueden caer hasta seis años de cárcel.





El delincuente más tonto de Escocia
Mención honorífica por su condena número 85

Encontraron las joyas con rayos X
Juanma. David McGregor, de 34 años, se ganó el título de delincuente más tonto de Escocia en 2002, cuando robó tres anillos de diamantes en una casa, se los tragó y escapó por la ventana del segundo piso. Pero resbaló, cayó al suelo y fue detenido al poco rato. Aunque la dueña de la casa le había sorprendido en plena faena y le había visto tragarse los anillos, él negó haber cometido el robo, pero en el mismo hospital donde lo habían ingresado por la caída le hicieron una prueba de rayos X que reveló el paradero de las joyas sustraídas.
Desde entonces, McGregor no se ha dormido en los laureles. A pesar de su adicción a la heroína, se ha esforzado duramente por mantener su prestigio criminal. En marzo, en su último paso por los tribunales, ha cosechado un total de 28 meses de condena por una serie de delitos, todos frustrados, que incluye agresión, fraude, robo, posesión de drogas para vender (le detuvieron intentando cometer un robo llevando 130 unidades de diazepam en el bolsillo) e incumplimiento de servicios a la comunidad (una actividad que le había impuesto el juez como parte de un programa de reinserción).
Entre otras proezas, McGregor fue detenido cuando intentaba entrar en un pub a resolver un enfrentamiento anterior y se le cayó el hacha que llevaba escondida en la manga. En otra ocasión intentó hacer compras con una tarjeta de crédito robada... que estaba a nombre de una mujer. A punto estuvo de triunfar cuando logró colar un billete falso en una tienda, pero el entusiasmo le perdió y le hizo gritar "me ha salido bien" cuando abandonaba el local, en el que era cliente habitual y todos conocían su nombre.
Según la policía, cada vez que lo detenían por un delito, encontraban pruebas de otro.
Con estas últimas condenas, McGregor suma ya 85, y parece que su título no corre peligro
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