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La vocación delictiva no lo es todo Esther. A pesar de haber dedicado su vida al atraco bancario, Edward Blaine no es, definitivamente, un ejemplo a seguir en el mundo del hampa. Eso sí, vocación y persistencia no le faltan. Blaine salió de la cárcel en enero, donde estuvo encerrado veinte años por atracar un banco. Aunque ya había cumplido los 61, se sentía capacitado para seguir ejerciendo su profesión y decidió atracar la sucursal del banco Union de Port Royal (Virginia). Consiguió salir del banco con el botín, pero en su huida se le iban cayendo billetes de 100 dólares USA de los bolsillos, dejando un reguero monetario. Cuando llegó al coche y se dio cuenta de que se había dejado las llaves dentro, cogió un palo y empezó a golpear la ventanilla, que no consiguió romper. Mosqueado, tiró el palo y le dio al camión de Emmet Lowe. Entonces, Lowe se mosqueó más, cogió su pistola y persiguió al atracador 150 metros. Blaine intentó pararle y le disparó, pero el tiro le dio en su propia pierna. Emmet también dispara y este tiro sí le da a Edward (en la misma pierna). El asesino del parking o la pista de Pulgarito M.J. Yoprei. A Juan José Pérez Rangel solo le faltó dejar un rastro de miguitas de pan. Dos mujeres asesinadas en el mismo parking y mismo número de plaza en un período de once días, un "modus operandi" casi idéntico que parecía copiado de una película policíaca de serie B, la imagen del sospechoso grabada en el cajero de un banco cuando usaba la tarjeta de crédito de una de las víctimas y, para colmo, una llamada al marido de una de las dos asesinadas para ofrecer información a cambio de dinero. El reguero de pistas dejado por el "Asesino del Parking" condujo a la policía hasta la localidad de Sant Adriá, en el cinturón industrial de Barcelona. Allí vivía el presunto asesino de María Angels Ribot y María Teresa de Diego. Las dos mujeres, muy parecidas físicamente y de una edad similar, fueron brutalmente machacadas a martillazos. Una de ellas apareció esposada a una barandilla del parking y, en ambos casos, se les había cubierto la cabeza con una bolsa de plástico. El habitual pánico, alentado por el espectáculo montado por los medios de comunicación, se extendió por el barrio del Putxet, la zona donde tuvieron lugar los crímenes y en la que conviven la burguesía barcelonesa y los negocios de prostitución más o menos encubierta. La policía respondió a la presión con la rápida detención de Juan José Pérez Rangel, un joven de 27 años en paro, al que sus vecinos del barrio de La Mina definen como apocado, indeciso y con una personalidad bastante indefinida. En definitiva, un buen chaval incapaz de diseñar y cometer un doble crimen sobre el que todavía planean muchos enigmas. Huellas dactilares, marcas de zapatillas coincidentes, la imagen grabada en un cajero, cabellos y restos de piel en las víctimas; todo apunta hacía el detenido, que llevaba una doble vida y al que muchos consideran un simple cabeza de turco al servicio de quien maneja el negocio de la droga y el sexo en la zona alta de Barcelona. Juan José, que a pesar de estar en paro tenía alquilado un apartamento en la zona del Putxet, muy por encima de sus posibilidades económicas, que consumía cocaína de forma abiertamente "cantosa" y que mantenía relaciones estables con una joven rusa, que presuntamente vivía de la prostitución, espera ahora juicio. Casi todos creen que el ansia de dinero y el espejismo de una vida de lujo le llevaron a matar, dejando tras de sí un chapucero reguero de pistas. Otros creen que los instigadores del doble crimen siguen sueltos. ¡¡El caco Bonifacio vive!! Juanma. Un hombre de 36 años que intentó atracar un banco en Salt Lake City fue reducido por los demás clientes en el momento mismo en que dio a conocer sus intenciones. ¿Por qué los clientes le tenían echado el ojo? Tal vez por puro prurito profesional del caco: había esperado en la calle a que abrieran el banco, con la capucha de la sudadera echada y un antifaz en la cara. Y después, encapuchado y enmascarado, se puso en la cola hasta que le tocó el turno de acceder a la ventanilla. Tanto sentido de la imagen, y tanto civismo, dieron a los demás clientes tiempo de sobra para sospechar. Los irredimibles: delincuentes de juzgado Juanma. Eduardo R., de 43 años, reputado perista de Filadelfia, fue redetenido en un juzgado donde esperaba juicio por receptación. Aburrido de la espera, o tal vez deseando dejar constancia de su paso, había grabado su nombre en un banco del sagrado edificio, lo cual facilitó su identificación y le valió un nuevo puro. Más incorregible todavía es David Joe W., de 32, que estaba siendo juzgado en Alabama por 42 cargos de robo y aprovechó para robarle la grabadora a su abogado defensor, que la tenía encima de la mesa. De la misma madera es Chan Kwok, de 34 años y de Hong Kong, que también aprovechó que lo estaban juzgando por robo para afanarle el bolso a la intérprete que le asistía. Lo más irónico es que salió absuelto del primer robo. En
el otro lado de la ley no las gastan mejores |
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