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Con la tercera prostituta asesinada, los investigadores llegaron a la conclusión de que había un asesino en serie suelto. Por la brevedad del intervalo en que se registraron los crímenes, lo más probable es que se trate de un frenético o de un asesino en serie que ya ha matado con anterioridad y que ha entrado en una fase de descontrol total de sus impulsos que en cierta medida les atormenta, en ese momento en el que muchos asesinos en serie están realmente deseando que les pillen. Según la policía, los casos que podían tener más relación con los crímenes de Ipswich son el asesinato de Natalie Pearman y la desaparición de Mandy Duncan. Natalie tenía 16 años y murió estrangulada en 1992 en Norwich. Mandy, de 26 años, era prostituta en Ipswich y desapareció en 1993. Si se trata de un frenético, lo más probable es que haya pasado por un acontecimiento traumático poco antes de empezar a matar, como que le haya dejado su pareja o que le hayan echado del trabajo. Las detenciones De momento, la policía británica ha detenido a dos hombres en relación con los asesinatos de Ipswich. El 18 de diciembre detuvieron a Tom Stephens, un hombre de 37 años, que trabaja en el supermercado Tesco de Martlesham y reside cerca de Felixstowe. Y al día siguiente, el 19 de diciembre, arrestaron a Steven Wright, de 48 años. El 21 de diciembre dejaron en libertad bajo fianza a Tom Stephens y acusaron a Steven Wright del asesinato de las cinco jóvenes. Tom Stephens
La verdad es que la entrevista del Mirror parece la de un niño pequeño emocionado con la idea de que le detengan y de hacerse famoso. Así que, seguramente, le acabaron deteniendo porque el hombre le puso empeño al asunto y se dedicó a hablar con todos los periodistas que pasaban por Ipswick para contarles que podía haber sido él. Steven Wright
Se divorció dos veces. Tiene una relación estable con una mujer de 48 años, Pamela, desde hace cinco años. Se mudaron a un apartamento con jardín, cerca de la zona en la que trabajan las prostitutas, hace tres meses. Al parecer, la mujer era teleoperadora en el turno de noche y mientras ella atendía el teléfono, él se iba de putas. Dicen que es un hombre apacible y reservado, aficionado a las prostitutas y al golf. Parece ser que aparecieron rastros orgánicos con su ADN en los cadáveres de tres de las víctimas.
La fama de los asesinos británicos El asesino de Ipswich ha matado en unas semanas a tantas prostitutas como Jack el Destripador, el que sigue el asesino en serie más famoso del mundo. Los británicos son inigualables dando publicidad a sus criminales y han conseguido convertir a un señor que mató a cinco prostitutas de Londres en 1888 en el asesino más famoso de todos los tiempos. Su fama se debe, en parte, a que nadie entendía la motivación de un criminal que aparentemente no mataba por los motivos habituales: discusiones, robos, celos,... Dicen los británicos que es el primer asesino sexual de la era moderna, el primero que obtiene placer sexual con la acción de matar a sus víctimas y descuartizarlas y no con lo que se consideraba, al menos hasta entonces, sexo normal; pero no es verdad. Dieciocho años antes de que se registraran los crímenes de Londres, empezó a deambular por los campos de Álava (España) el campesino Díaz de Garayo, el "Sacamantecas", buscando mujeres a las que asesinar. Mató a seis prostitutas y campesinas entre 1870 y 1879. Aunque este sí tenía un móvil sexual: la necrofilia, pero tampoco era muy normal. Estrangulaba a las mujeres, mantenía relaciones sexuales con los cadáveres y después los destripaba con un cuchillo. Otro predecesor de Jack, cuya única gratificación provenía de la acción de matar, fue Jesse Pomeroy, un desconocido asesino en serie de Boston (Estados Unidos), sádico y mutilador, que hasta puede ser el más precoz de la historia. En 1872, cuando tenía doce años, le enviaron a un reformatorio porque se dedicaba a desnudar a otros niños, atarlos y torturarlos, con cuchillos y látigos, hasta que perdían el conocimiento. En 1874 le dejaron en libertad y desapareció una niña de 10 años del barrio. Poco después, encontraron el cadáver mutilado de un niño de cuatro años, y la policía se fue a por el torturador. Pomeroy confesó 29 asesinatos y los agentes encontraron doce cadáveres mutilados enterrados cerca de su casa. Murió en la cárcel en 1932. Y, mucho antes que todos estos, los franceses tenían a Gilles de Rais, un pederasta del siglo XV, que violó, torturó y asesinó a cientos de niños; masturbándose también mientras morían y sobre sus cadáveres, según contó uno de sus criados. Aunque matar a mujeres que pasean por campos solitarios no tiene mucha dificultad y Gilles de Rais es de una época en la que los poderosos solían poder matar a quien quisieran, seguramente si fueran británicos los dos habrían sido mucho más famosos y el niño asesino, una estrella mundial. Porque los británicos tienen ese don de catapultar a la fama a sus criminales y conseguirles portadas en toda la prensa del mundo. Mientras un tío en Ipswich mataba a cinco prostitutas; en Perú había otro que mató a 13; en Estados Unidos uno que confesó haber matado a 23; y en Moscú un dependiente que dice que mató a 62 y al que, de momento, acusan de la muerte de 49; pero el único que ha conseguido la atención de toda la prensa del mundo es el británico. Jack el Destripador
Entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888 aparecieron los cadáveres de cinco prostitutas, mutilados, destripados y con la garganta rajada, en el barrio londinense de Whitechapel. Los miembros y órganos de cuatro de las mujeres aparecían fuera de su sitio, como queriendo realizar una composición surrealista del cuerpo humano. (Se cree que con la quinta mujer el criminal no tuvo tiempo). Ninguna había sufrido abusos sexuales. Eran Mary Ann Nichols (alias Polly), Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly. Todas eran pobres que se dedicaban a la prostitución para poder comer. El criminal colocaba las pocas posesiones de las mujeres alrededor de sus cuerpos y enviaba cartas a la policía. Existen infinidad de teorías sobre la identidad de Jack el Destripador y todavía se siguen editando libros que pretenden dar la solución definitiva. Se habló de médicos, aristócratas, masones, políticos, la monarquía, una matrona o un abortista loco y hasta de un simio gigante que se había escapado de un circo. Más de un centenar de personas escribieron a Scotland Yard confesando ser Jack el Destripador. Para Sir Melville Macnaghten, ayudante del jefe de policía, los principales sospechosos eran tres hombres a los que identificó como John Druitt, Aaron Kosminski y Michael Ostrog. Sus sospechas salieron a la luz pública en 1959, cuando las publicó su hija. El principal sospechoso de Macnaghten era Druitt, un abogado que se suicidó en diciembre de 1888 tirándose al río Támesis. Le habían despedido de una escuela en la que trabajaba y, según el policía, era sexualmente desequilibrado.
Aaron Kosminski era un zapatero judío que nació en Polonia en 1865. Llegó a Londres y se instaló en Whitechapel cuando tenía 17 años. Según Macnaghten, tenía tendencias homicidas y odiaba a las mujeres. Dice, también, que era muy aficionado a la masturbación y que en marzo de 1888 le diagnosticaron sífilis. Un año después, le metieron en un manicomio, donde sólo pasó tres días. Le volvieron a encerrar en un psiquiátrico en 1891, en el que murió en 1919. Sir Robert Anderson, otro de los investigadores de la época, identifica también en sus escritos a Aaron Kosminski con el Destripador. Dice que los judíos polacos del barrio nunca iban a delatar a uno de los suyos y que el asesino dejó de matar porque un testigo, que después no quiso declarar, le reconoció en comisaría. Tony King es el asesino de Rocío Wanninkhof
Un jurado popular, presidido por el magistrado José María Muñoz Caparrós, había declarado a Tony King culpable de un delito de asesinato, con la agravante de despoblado, por la muerte de Rocío Wanninkhof. Los nueve miembros del jurado estuvieron de acuerdo en la culpabilidad del británico, pero no en cuanto a la participación de otras personas en el crimen. Siete miembros del jurado consideraron que el británico no actuó sólo, en función de indicios y extraños razonamientos. Dicen, por ejemplo, que el hecho de que apareciera un pañuelo manchado con sangre de la joven implica que se lo dio alguien que la conocía. ¿Por qué no se lo pudo dar un desconocido? Si, como dicen su familiares, ella nunca llevaba pañuelos, seguramente se lo dio su asesino, Tony King, para que, por ejemplo, se limpiara para no llamar la atención o para que, por ejemplo, no le manchara de sangre. Pero esta deducción sobre el pañuelo no fue cosa del jurado, sino de los agentes que participaron en la primera investigación sobre la muerte de Rocío Wanninkhof y que detuvieron a una inocente. Este era uno de los extraños razonamientos que unido a otros cuantos indicios llevaron a otro jurado popular a condenar a Dolores Vázquez por el asesinato de Rocío Wanninkhof, en lo que se considera el mayor desastre del Tribunal del Jurado en España, junto con el juicio a unos supuestos Etarras que se celebró en el País Vasco. Por otro lado, los nueve miembros del jurado establecieron una agravante porque el lugar donde se produjo el crimen era un descampado solitario y poco iluminado, y descartaron que el acusado hubiera agredido sexualmente a Rocío, como había confesado el asesino en su primera declaración, por lo que el fiscal, que solicitaba una pena de 26 años y 9 meses de cárcel por un delito de asesinato e intento de agresión sexual, tuvo que rebajar su petición de condena. Días después de que se diera a conocer el veredicto del jurado popular, la madre de Rocío y su abogado dieron una rueda de prensa en la anunciaron que presentarán una querella para que investiguen a otras personas que pudieran haber participado en el crimen. La madre indicó, además, que el Asesino de la Costa le había dicho en la sala de vistas que Dolores Vázquez le había dado dinero para que matara a su hija. Una posibilidad que no encaja con las investigaciones policiales ni con lo que declaró el asesino en el juicio.
El juicio Tras la selección de un jurado popular con nueve titulares y dos suplentes, el juicio por la muerte de Rocío Wanninkhof empezó con la expulsión del acusado por llamar delincuentes al juez, al fiscal y a los biólogos de la policía de Málaga.
Por otro lado, Alicia Hornos, la madre de Rocío, declaró que el asesino de su hija no es Tony King, sino Dolores Vázquez. Y su tía, Josefina Hornos, manifestó que Dolores Vázquez había amenazado de muerte en tres ocasiones a Rocío Wanninkhof y que, según ella, la joven le tenía mucho miedo porque sufría malos tratos constantes de la ex pareja de su madre. En cuanto a los agentes que participaron en la segunda investigación de 2003, los que detuvieron al asesino británico, declararon que no había elementos que indicaran necesariamente la implicación de otras personas en el crimen. Dicen que no se puede precisar si el cadáver fue arrastrado al lugar donde apareció por una sola persona o varias. Recordaron que, tras su detención, Tony King confesó que había atacado con un cuchillo a la víctima "para que se dejara tocar". Que la había visto pasar, que le pareció atractiva y le entraron ganas de tocarla. Y que en esta primera confesión el condenado dijo que se masturba cuando recuerda a las jóvenes a las que ha matado, según los investigadores. Además, negaron que hubiera ningún tipo de relación entre King o Graham con Dolores Vázquez. Por su parte, los agentes que participaron en la primera investigación de 1999, por la que se detuvo a Dolores Vázquez, siguieron manteniendo los inicios que por entonces les llevaron a creer que el criminal era un conocido de la víctima: que el acceso al lugar donde apareció el cadáver no era fácil, por lo que el asesino debía conocer la zona (en la que una tía de Rocío pensó un día que a lo mejor podía alquilar el restaurante de un club de tenis cercano); que por allí apareció una pegatina de las que llevaban las personas que participaron en la búsqueda de la chica; y que como apareció un pañuelo con sangre de Rocío en el lugar en que desapareció se lo dio una persona que la conocía. Declaró también un Comandante de la Guardia Civil que dijo que no hay ninguna prueba objetiva de la que se deduzca la participación de otras personas en el crimen porque todos los vestigios encontrados, con relevancia para la investigación, pertenecen a la víctima y a Tony King. El Comandante explicó que las primeras diligencias fueron concienzudas, pero que podían tener un error de enfoque. En cuanto a la pegatina, afirmó que había más cosas cerca del cadáver: un décimo de lotería, un inhalador y una factura, pero que las investigaciones determinaron que habían sido arrojados desde coches que circularon por la carretera (de guarros que tiran cosas por las ventanillas). Por otro lado, los peritos biólogos de la Guardia Civil ratificaron que el ADN de una colilla y de un pelo, encontrados junto al cadáver de Rocío, coincide con él de Tony King. Mientras que en la tulipa del coche de King aparecen rastros de ADN de Rocío. También manifestaron que no encontraron ningún resto orgánico de Robert Graham en donde apareció el cadáver. En cuanto a la autopsia, los forenses señalaron que la joven hacía recibido nueve puñaladas en el tórax. Según las manchas de sangre y los restos que aparecieron en el lugar del crimen, creen que la chica recibió un golpe, que intentó huir y que entonces recibió la primera puñalada en la parte izquierda del pecho, que probablemente la mató o, al menos, la dejó inconsciente, y que después recibió otras ocho puñaladas en la espalda en un radio de 14 centímetros. Ratificación del Supremo Por otro lado, el Tribunal Supremo ha ratificado en diciembre la condena de 36 años de cárcel a Tony King por el asesinato de Sonia Carabantes en agosto de 2003. La defensa del Asesino de la Costa alegaba que no había habido ensañamiento ni alevosía, pero el Alto Tribunal consideró que el condenado había ocasionado a la víctima males innecesarios para su objetivo de matarla, que le causaron mayor dolor o sufrimiento a la víctima y, además, que el ataque fue sorpresivo, con lo que el asesino se aseguraba su muerte sin riesgo para él. El Culebrón de la Costa (Adegüello, enero 2004) Condenan a King por la muerte de Sonia Carabantes (Adegüello, enero 2006) El "Ajedrecista Loco" mata a medio centenar
De momento, ya le llaman el "Ajedrecista Loco" y el "Maníaco del Parque Bitsa". Lo detuvieron en junio de 2006 después de que apareciera el cadáver de Marina Moskaleva (o Moskaliova), una compañera de trabajo, en el parque Bittsevsky (o Bittsevski o Bitsyevskiy) de Moscú. La mujer le había dicho a su hijo con quien había quedado y, además, le apuntó en una nota el número de teléfono del presunto asesino. Al parecer, el dependiente empezó a matar en 2000, golpeando a sus víctimas en la cabeza con un martillo. Se cree que la mayoría eran ancianos, cuyos cuerpos aparecieron en distintos parques y lugares de la capital rusa. Sólo en el parque Bittsevsky aparecieron catorce cadáveres, por lo que la policía ya buscaba al "Maníaco del Parque Bitsa". El acusado no ha podido precisar donde están todos los cuerpos de las 62 personas que dice haber matado. Ruso confiesa más de medio centenar de crímenes (Adegüello, julio 2006) Camionero mata a mujeres en sus rutas por Europa Andrea. Volker Eckert, un camionero soltero de 47 años, aprovechaba sus desplazamientos por Europa para dedicarse a un "hobby" muy macabro. El hombre ha confesado haber matado a cinco prostitutas entre 1999 y 2006, durante sus desplazamientos profesionales: dos de ellas en Francia y tres en España. Le detuvieron en noviembre en Colonia (Alemania), donde está la sede de la empresa de transportes para la que trabaja. Solía hacer dos rutas desde Alemania, a Italia y España.
Su última víctima, Miglena Petrova, una joven búlgara que se dedicaba a la prostitución, fue asesinada el 3 de Noviembre en la carretera Nacional II. Gracias a las pistas aportadas por sus compañeras de profesión y a las grabaciones de una cámara de seguridad, cercana al lugar donde fue recogida por su asesino, la policía pudo llegar al camionero. Fetiches de las muertas En su camión se encontraron macabras fotos Polaroid de las mujeres, ya fallecidas, muy maquilladas y con el pelo rapado. En algunos casos también conservaba un mechón de cabello de sus víctimas, y todo lo había colocado cerca de su litera. Junto a estas instantáneas, también guardaba una foto en la que se inmortaliza a quien quizá fuera su mejor amiga: una muñeca inflable. La policía cree que las mujeres fotografiadas estaban muertas, pero que eso no significa que todas hayan sido asesinadas por el camionero. Al parecer, este hombre de voz dulce resultaba inofensivo a las mujeres que trabajaban en las carreteras, quienes no dudaban en subirse a su camión. Tenía predilección por las rubias, jóvenes y delgadas. Debido a sus recorridos por Europa, la policía ha pedido la colaboración a la INTERPOL porque se cree que puede haber más víctimas de este camionero alemán, considerado una persona normal, solitaria y tranquila por sus vecinos de Hof, la localidad alemana en la que residía. Pero Eckert nunca fue un pan de Dios y cuando tenía sólo quince años cometió su primer crimen que hizo pasar como suicidio. Su víctima fue una compañera de colegio de 14 años, a quien estranguló mientras la violaba; después dijo que se había suicidado ella sola. La policía creyó entonces su versión, pero en el año 1988 no tuvo tanta suerte y fue condenado a doce años por violaciones e intentos de estrangulamiento a varias mujeres, aunque sólo cumplió la mitad de la pena a condición de que se sometiera a una terapia, a la que nunca se sometió. Con la confesión del asesinato de su compañera de colegio es posible que se quede en una cárcel germana. Veinte años para el mayor asesino en serie de Brasil
Rodrigues de Brito reconoció haber asesinado al menor, pero negó haberle pegado, violado o descuartizado, como sostenía la acusación. En el juicio, el mecánico señaló que sólo había matado a 30 niños y no a los 42 que la policía dijo que había confesado. El acusado explicó, entre lágrimas, que cuando era pequeño le pegaba su abuelo materno, con el que vivía, y que un hombre llamado Carlito abusaba sexualmente de él. Dijo que Jonathan había muerto porque se había dado un golpe en la cabeza con un árbol. Por su parte, la psicóloga forense declaró que Rodrigues de Brito tiene un trastorno de personalidad, pero que es capaz de discernir que ha cometido un delito. La madre del adolescente, Rita de Cassia Vieira, declaró que vio por última vez a su hijo el 6 de diciembre de 2003 en compañía del mecánico de bicicletas, al que detuvieron poco después. Según la policía, Rodrigues de Brito confesó haber asesinado a 42 niños, de 4 a 15 años: 30 en Maranhao y 12 en Altamira (Pará, Brasil). Se cree que empezó a matar en 1989. La policía tenía constancia de que había un asesino en serie suelto porque la mayoría de los cuerpos aparecieron castrados y mutilados, pero detuvieron a otras personas acusadas de los crímenes del mecánico. Asesino confeso brasileño exonera a reos satánicos (Adegüello, enero 2005) Reo inocente descubre al asesino desde la cárcel
Unos bomberos encontraron el cadáver de Sabina al lado de la granja en la que residía en Aurelius (Nueva York), que estaba ardiendo. Brown había discutido con un asistente social porque le habían retirado la custodia de su hija de 17 años y se la habían llevado a vivir con otra familia. Acababa de pasar ocho meses en la cárcel por amenazar al asistente social, y le detuvieron por la muerte de Sabina. La víctima tenía marcas de mordiscos y aunque quedaron señalados todos los dientes superiores y a Brown le faltaban dos, le condenaron porque un experto dijo que eran sus dientes. En 2003 el reo pidió copias de los archivos de la fiscalía sobre su caso y revisando la documentación, Brown descubrió la existencia de otro sospechoso, el bombero voluntario Barry Bench, que conocía a la víctima porque había mantenido una relación sentimental con su hermano mayor. Brown le escribió una carta al bombero en diciembre de 2003, identificándolo como el asesino, y éste se suicidó cinco días después. En la carta le decía, entre otras cosas: "El ADN es una creación de Dios y Dios no comete errores". Finalmente, la hija de Bench aportó una muestra de ADN, que identificó la saliva de las mordeduras impregnada en el camisón de la víctima con el ADN de su padre. En diciembre Brown compareció ante el juez para pedir el perdón, pero de momento le han dicho que todavía hay que analizar otros aspectos de su caso y le han citado para finales de enero de 2007. Profanan tumbas para trasplantes Esther. El caso de la venta de cadáveres de Nueva York se acerca cada vez más a la historia de Burke y Hare. La fiscalía ha presentado nuevos cargos en octubre contra los principales acusados, Joseph Nicelli, Michael Mastromarino, Lee Crucetta y Christopher Aldorasi, por profanación de tumbas y robo de cuerpos. Si en el siglo XIX hacían falta cadáveres para las facultades de medicina, en el siglo XXI lo que se necesita son piezas de repuesto humanas para trasplantes. Mastromarino, el supuesto organizador del negocio, se ha declarado inocente de los nuevos cargos. Además de estos cuatro, hay más directivos de funerarias acusados. Se cree que ofrecían descuentos en funerales a familias con pocos recursos para animarles a donar y que después vendían los cuerpos al cuarteto descuartizador. Según los investigadores, los principales acusados también falsificaban el consentimiento del donante y los certificados de defunción, para hacer pasar por buenos órganos no aptos para trasplantes. En Estados Unidos no se pueden vender partes de un cuerpo, sólo donarlas y con el consentimiento expreso del muerto.
Lee Crucetta explicó en el New York Daily News que trabajaban con seis o siete cadáveres al día. Después de quitarles las partes más demandadas en el mercado de los transplantes, rellenaban los cuerpos con tuberías de plástico y los cosían, según Crucetta. Dijo que pagaban a las funerarias 1.000 dólares por cada cuerpo y que ganaban 20.000 dólares con la venta de la piel, los huesos del brazo y la pierna, la pelvis, tendones, ligamentos, venas, arterias y las válvulas del corazón, que es lo que vendían normalmente. Según la acusación, comercializaron más de 1.000 cadáveres. Cruceta explicó que pasó de ganar 50.000 dólares al año como enfermero a 185.000 dólares como ayudante de disecciones de Mastromarino. El fiscal, Charles J. Hynes, señaló que en Estados Unidos se pueden conseguir hasta 250.000 dólares con la venta de un cuerpo por partes, y dijo que el caso parecía sacado de una película cutre de terror. Funerarios acusados por comerciar con cadáveres (Adegüello, marzo 2006) Embalsamador y dentista acusados de vender muertos (Adegüello, noviembre 2005) Ejecutan al asesino en serie de Gainesville
Danny Rolling, de 52 años, fue condenado a pena de muerte por el asesinato de cinco estudiantes que sembró el terror en la ciudad universitaria de Gainesville (Florida) el verano de 1990. Cinco asesinatos en una semana convirtieron a Gainesville en una ciudad fantasma con la huida de los estudiantes. Las primeras víctimas fueron Sonja Larson, de 18 años, y Christina Powell, de 17. Sus cuerpos aparecieron mutilados en el apartamento que compartían, el 26 de agosto de 1990. A la mañana siguiente, encontraron el cadáver de Christa Hoyt, de 18, también mutilado. No había relación entre las chicas, lo que hizo sospechar que se trataba de un asesino en serie. Las últimas víctimas fueron Tracy Inez Paules y Manuel R. Taboada (Manny), los dos de 23 años, cuyos cadáveres aparecieron el 28 de agosto en el apartamento que compartían. Manuel era un deportista corpulento; así que, ya nadie se sentía seguro en Gainesville, ni mujeres ni hombres. Los cadáveres de Sonja Larson y Christina Powell aparecieron desnudos, acuchillados y mutilados. Habían sido colocados en posiciones impactantes. Un vecino declaró que había oído a alguien ducharse con la música a todo volumen en el domicilio que compartían las jóvenes. El cuerpo de Christa Hoyt apareció desnudo, sentado al borde de la cama, sin cabeza ni pezones. La cabeza estaba en un estante del dormitorio y los pezones a poca distancia del cuerpo. Tenía un corte profundo desde el esternón hasta el pubis. Un vecino también había oído a alguien ducharse en casa de Christa. En ambos escenarios había desaparecido ropa interior y partes del cuerpo de las víctimas y los crímenes se cometieron con un cuchillo de unos 10- 15 centímetros de hoja. En el caso de Tracy Paules y Manuel Taboada no hubo mutilaciones, tal vez porque algo interrumpió al asesino. Las detenciones El estudiante Edward Lewis Humphrey se convirtió en el principal sospechoso. Le habían echado de algunos pisos de estudiantes por su comportamiento violento y por sonámbulo. La policía le seguía los pasos y, finalmente, le detuvieron por pegar a su abuela, a la que convencieron para que le denunciara. El 10 de octubre de 1990 le condenaron a 22 meses de cárcel por el incidente, aunque la abuela negó en el juicio que el nieto le hubiera llegado a pegar. Hasta que descubrieron la implicación de Rolling en los crímenes Edward siguió siendo el principal sospechoso. Danny Rolling llegó a Gainesville en autobús y se instaló en una tienda de campaña situada cerca de la casa de Christa Hoyt. Había estado encarcelado ocho años en prisiones de Alabama, Georgia y Mississippi. Allí pasó un par de semanas acampado, hasta que la policía le intentó detener como sospechosos de un atraco a un banco, y huyó de Gainesville. Finalmente, le detuvieron el 11 de septiembre de 1990 por intentar atracar a mano armada un supermercado de Ocala (Florida). Mientras estaba encarcelado, la policía de Gainesville descubrió que en Shreveport, la ciudad natal de Rolling, se había producido un triple crimen similar a los asesinatos de estudiantes y que Rolling, además, estaba en busca y captura por intentar matar a su padre. Entonces, investigaron entre las pertenencias del reo y encontraron pruebas que le incriminaban en los crímenes de Gainesville: un pelo púbico de una de las víctimas, el ADN de Rolling en manchas de semen, el ADN de Manuel en unas manchas de sangre de unos pantalones de Rolling, una nota manuscrita,... Rolling acabó confesando, dijo que la culpa la tenía "Géminis", una parte diabólica de su personalidad que, en realidad, es un asesino de "El Exorcista III", una película que Rolling había visto la semana de los crímenes de Gainesville. Su abogado alegó que Rolling estaba mal de la cabeza por las palizas y el maltrato psicológico al que le había sometido su padre. Danny nació el 26 de mayo de 1954. A su padre, el agente de policía James Rolling, no le hizo ninguna gracia el embarazo de su mujer. Danny Rolling recibió las primeras palizas cuando empezó a gatear. La madre intentaba siempre que los niños cenaran antes de que llegara el padre, para que no les pegara con cualquier excusa. Era un chaval depresivo, que intentó suicidarse en la adolescencia después de una pelea con su progenitor. Danny dejó los estudios y entró en el ejército, de donde le echaron por consumir alcohol y drogas. Se casó y tuvo una hija, pero el matrimonio sólo duró tres años. Mientras estaba casado le detuvieron por voyeurismo. Posteriormente le detuvieron por atraco a mano armada y pasó varios años en la cárcel, donde aprovechó para hacer ejercicio. Cuando salió de la cárcel, en 1988, regresó a la casa familiar, ahora ya era un tío robusto y acabó peleándose a tiros con su padre. Los psiquiatras concluyeron que Danny tenía un trastorno grave de la personalidad y la madurez mental de un chaval de 15 años, pero que era consciente de lo que hacía y de que lo que hacía estaba mal. Así que, le condenaron a pena de muerte por cinco delitos de asesinato. El partido pedófilo pierde simpatizantes
A pesar del amplio rechazo a sus objetivos entre los holandeses, el PNVD consiguió atraer a 100 simpatizantes a su sitio web, aunque algunos retiraron después su apoyo; según De Jonge, estos habrían tenido miedo a sufrir represalias, como ya le sucedió al líder del PNVD, al que le rompieron las ventanas. En julio pasado, un tribunal denegó una petición de un grupo de defensa de los derechos de los niños para que este partido fuera ilegalizado, ya que es un ámbito de las libertades políticas en el que no pueden influir los jueces. Política para pedófilos (Adegüello, enero 2006). |
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