Andrea.
En la Biblioteca Nacional de España se ha descubierto en agosto el
robo de varias obras de la Sala Cervantes, dedicada a los documentos más
antiguos. Primero se dio a conocer la desaparición de dos mapamundis
de Ptolomeo, Cosmografía de 1482, sin que se revelara desde cuando
faltaban o cuando fue la última vez que se revisaron los archivos.
La desaparición de los mapas llevó a una revisión en
profundidad de la sala, en la que se descubrió que a diez libros
de los siglos XV y XVII les habían arrancado 19 hojas. Aunque ninguna
de las hojas con grabados se considera tan valiosa como los mapas, cinco
de los libros mutilados tienen errores muy especiales que los hacen únicos.
Eran
dos mapamundis de Cosmografía de 1482
Para acceder a la Sala
Cervantes de la biblioteca hay que tener un carné de investigador,
por lo que al poco tiempo ya apareció un primer sospechoso, quien
había obtenido la acreditación gracias a una carta de recomendación
del embajador de España en Argentina. Aunque el diplomático
negó haber firmado ninguna carta, lo cierto es que el principal sospechoso
es César Gómez Rivero, un español de origen uruguayo
que reside en Argentina.
El ladrón, además de llevarse mapas y grabados, provocó
una tormenta política. La directora de la Biblioteca Nacional, Rosa
Regás, renunció a su cargo debido a la falta de confianza
en su labor del ministro de Cultura, César Antonio Molina, y, al
poco de su dimisión, el ministro acusó a la ex directora de
no haberle informado del robo y de no haberse ocupado con la necesaria diligencia
del asunto. La nueva directora, Milagros del Corral, ya ha prometido que
aumentará la seguridad para evitar nuevos percances.
Dos meses después de descubiertos los robos, la policía australiana
ha confiscado en Sidney uno de los dos mapas desaparecidos que estaba en
posesión de Simon Dewez. Este anticuario y propietario de una galería
de arte dijo que había comprado el mapa a un marchante de Estados
Unidos a través de internet, por un precio aproximado de 25.000 euros.
Dewez explicó que había adquirido el mapa para uno de sus
clientes australianos, que no sabía que hubiese sido robado y que,
desde luego, no aprobaba este tipo de delitos. Del resto de las obras o
del paradero del principal sospechoso todavía no se sabe nada.