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bimensual de crítica de crímenes / número 13- enero 2006
Crítica
de crímenes
Japonesa
envenena a su madre y lo cuenta en internet
Esther.
Una japonesa de 16 años ha sido detenida en noviembre por envenenar
poco a poco a su madre e ir contando detalladamente en internet los efectos
del veneno sobre su cuerpo. Al parecer, la chica empezó probando
la sustancia tóxica con los gatos de Shizuoka, una zona rural del
centro de Japón. Después, le tocó el turno a su madre,
a la que a mediados de agosto comenzó a suministrarle pequeñas
dosis de talio con la comida.
Tras su detención, han clausurado el blog que mantenía en
internet, que era una especie de diario sobre el envenenamiento. Allí
describía pormenorizadamente el empeoramiento de su salud: tiene
problemas respiratorios, hoy se ha quejado de que le duele cada vez más
la pierna y ya no se levanta, ahora tiene alucinaciones... vaya porquería
de póliza de seguros tiene contratada, eran algunos de sus comentarios,
según los investigadores. La madre, de 47 años, empezó
a encontrarse mal en agosto, su salud empeoraba cada vez más y
a principios de octubre ingresó en el hospital donde poco después
entró en coma. Su hijo avisó a la policía sobre las
extrañas actividades de la joven a finales de octubre y la chica,
según los investigadores, se tomó un poco de su propia medicina
para evitar sospechas, por lo que también tuvo que pasar por el
hospital. La joven ha reconocido que su madre padece envenenamiento por
talio pero ha negado haberla envenenado.
Mi ídolo,
Graham Young
Al parecer, la japonesa
es una admiradora de Graham Young, el asesino en serie británico
conocido como el "Envenenador de la Taza de Té". En su
ciber diario dijo que se había inspirado en la película
sobre la vida del asesino británico, "The Young Poisoner's
Handbook", y en el colegio lo identificó como el personaje
histórico al que más admiraba.
A su vez, los ídolos de Young eran Hitler y el doctor Palmer (otro
asesino en serie británico que fue ejecutado en la horca en 1865,
tras envenenar a una decena de personas con antimonio. Las víctimas
le molestaban, les debía dinero o sus muertes le aportaban fondos
para seguir apostando en las carreras de caballos).
Young empezó
envenenado a su familia con antimonio en 1961, cuando tenía 14
años. Le fascinaba la química, sobre todo los explosivos
y venenos. Su primera víctima fue su madrastra que murió
en abril de 1962 (su madre había fallecido pocos meses después
de su nacimiento). La salud de su padre y su hermana también iban
empeorando e ingresaron en el hospital. Al progenitor le dignosticaron
envenenamiento por arsénico y a la chica, por belladona. Young
dijo que era ridículo que no supieran distinguir los efectos del
antimonio de los del arsénico, y le detuvieron. Le condenaron a
15 años de cárcel por el crimen de la madrastra y por intentar
lo mismo con su padre, su hermana y un amigo.
Ingresó en el hospital psiquiátrico penitenciario de Broadmoor,
hogar de algunos de los más famosos criminales británicos.
Reinserción
social
En 1971 le dejaron en libertad, un psiquiatra dijo que había experimentado
"una recuperación total y absoluta" y que estaba "capacitado
para incorporarse y pasar inadvertido en cualquier comunidad". Afortunadamente
para él, Young no se fue a vivir a su comunidad.
Gracias a sus conocimientos de química, consiguió un trabajo
en un laboratorio fotográfico, donde a los pocos meses empezó
a envenenar a sus compañeros con talio disuelto en las tazas de
té. Tenían diarrea, náuseas, fuertes dolores de espalda,
las yemas de los dedos adormecidas, delirios, caída del cabello
y pérdida de equilibrio. Cuatro cayeron gravemente enfermos y dos
de ellos murieron. Para evitar el pánico que reinaba entre los
empleados se inició una investigación sobre las condiciones
sanitarias de la empresa. "¿Cree que los síntomas de
la enfermedad misteriosa pueden ser similares a los del envenenamiento
por talio?", le preguntó Young al médico encargado
de la investigación. Descubrieron entonces, que el nuevo empleado
acababa de salir del psiquiátrico penitenciario. Durante el juicio
se leyeron extractos de su diario, una especie de estudio práctico
sobre los efectos del veneno en seres humanos. Llevaba una dosis de talio
cosida al forro de su chaqueta tal vez para suicidarse si lo declaraban
culpable. En 1972 le condenaron a cadena perpetua por los dos crímenes.
Murió de un ataque al corazón en su celda en 1990, a los
42 años.
Salvada
del crematorio por las lágrimas
Andrea.
Una mujer china que sufrió una hemorragia cerebral en noviembre
se ha salvado de la muerte por unas oportunas lágrimas. Su marido
e hijas habían sacado a You Guoying, de 47 años, del hospital
y la dejaron en una funeraria de Taizhou (China) para que la incineraran,
porque no podían pagar las cuentas del hospital. Afortunadamente,
uno de los encargados de la funeraria "Afortunadamente para usted"
se percató de que el supuesto cadáver no era tal, debido
a las lágrimas que salían de sus ojos. Quizás tan
curioso nombre le trajo suerte, pues la familia ha recibido donativos
para poder pagar la cuenta del hospital de la mujer.
Pero este caso no es el único que demuestra que la medicina china
cuesta un ojo de la cara y más. Un hombre de 42 años a quien
se le había diagnosticado cáncer de pulmón, pero
no tenía dinero suficiente como para pagar el tratamiento, recurrió
a una drástica forma de terminar su vida. Inspirado en los terroristas
suicidas, y con una bomba casera pegada al cuerpo, se hizo explotar en
un autobús. La onda expansiva causó la muerte de otro pasajero
y heridas a otras 30 personas. Además, ese mismo mes un guardia
de seguridad que había resultado herido persiguiendo a un ladrón,
por lo que los medios de comunicación lo consideraron un héroe,
se suicidó tirándose por la ventana de su habitación
de hospital porque no podía pagar la cuenta.
Estos casos ilustran la triste estadística de que la mitad de los
campesinos chinos no pueden pagar la atención médica pues
es demasiado cara para sus modestos sueldos. Hasta finales de los años
setenta, el 94 por ciento de los campesinos tenían un seguro médico
por cooperativa, pero con la llegada de las reformas económicas
ese seguro médico desapareció dejando a millones de personas
sin atención de salud.
Se
buscan cadáveres escondidos
Esther. Aunque no hay ni rastro del cuerpo de Peter Falconio,
el australiano Bradley Murdoch ha sido condenado a 28 años de cárcel
por el asesinato del turista británico. Murdoch, de 47 años,
asaltó a Falconio, de 28, y a su novia, Joanne Lees, en un campo
a las afueras de Alice Springs (Australia) en julio de 2001.
Murdoch se acercó a la furgoneta en la que estaba la pareja, Falconio
salió a hablar con él y la chica oyó un disparo.
Entonces, apareció el australiano que la maniató, pero poco
después ella consiguió escapar. Permaneció cinco
horas escondida entre unos arbustos, hasta que se acercó a una
carretera donde la rescataron unos camioneros. La policía encontró
un charco de sangre del británico y las ataduras de Lees tenían
rastros del ADN de Murdoch.
El condenado reconoció que se dedicaba a transportar grandes cantidades
de Marihuana por el centro de Australia y que iba armado, pero negó
haber asesinado al británico.
Asesinato
sin cadáver
De vez cuando salen casos de estos de condenados por asesinato sin que
haya aparecido el cadáver. En septiembre condenaron a cadena perpetua
a Colvin Hinton, de 44 años, en Decatur (Georgia, EEUU), por el
secuestro y asesinato de Shannon Melendi, una joven estudiante de derecho
de 19, que desapareció en 1994. Las principales pruebas contra
Hinton fueron que ya había sido condenado en dos ocasiones anteriores
por agresiones sexuales, que era compañero de trabajo de la víctima,
los testimonio de otros reos y que un anillo de la chica apareció
envuelto en una bolsa de tela y sujeto con un precinto, similares a los
utilizados en una empresa aeronautica en la que también trabajaba
el condenado. Uno de los reclusos dijo, por ejemplo, que Hinton se había
despertado de una pesadilla y que había dicho: "Yo no la maté,
lo hicieron los demonios interiores". Aunque algunos de los reos
que hablaron en su contra habían solicitado una reducción
de condena por colaborar con la justicia testificando contra él,
así que sus declaraciones tal vez no sean del todo fiables. El
tribunal consideró que había quedado probada la muerte de
la joven porque desapareció en una fecha concreta, no tenía
aparentemente ningún motivo para hacerlo de forma voluntaria y
nadie la volvió a ver ni se produjeron movimientos en sus cuentas
bancarias. Así que puede ser que Hinton la haya matado, pero también
puede ser que no.
En el caso del asesino de mochileros australiano parece más evidente
la muerte del británico porque al menos hay un testigo que oyó
un tiro y un charco de sangre de la víctima.
El problema de dar por muerto a un desaparecido es que a veces reaparece.
En Suecia, por ejemplo, han encontrado en diciembre, en un control de
tráfico, a Magnus Palm, un hombre de 27 años que fingió
su muerte en 2003, porque "quería empezar una nueva vida",
según él. Alquiló un barco de pesca en Noruega, desapareció
y se vino al sur de Europa a vivir una temporada.
El Crimen
de Cuenca
En España suelen ser mucho más reticentes a la hora de condenar
a alguien por homicidio sin que haya aparecido el cadáver, tal
vez por la repercusión que tuvo el Crimen de Cuenca, donde condenaron
a dos inocentes por matar a un señor que se había ido a
vivir al pueblo de al lado. Fue a principios del siglo XX y, como no podía
ser de otra manera, a los acusados les torturaron para que confesaran
el asesinato y así lo hicieron. En 1918 la Audiencia Provincial
de Cuenca condenó a Gregorio Valero y a León Sanchez a 18
años de cárcel por el asesinato de José María
Grimaldos, un compañero de trabajo que había desaparecido
en 1910 en la localidad de Osa de la Vega. En 1925, siete años
después, los reos salieron en libertad por un indulto. Habían
pasado más de diez años en la cárcel desde su detención.
Finalmente, en 1926 se descubrió que el muerto estaba vivo cuando
a un sacerdote se le pidió la partida de bautismo de Grimaldos
para celebrar un matrimonio. La historia fue un escándalo en la
época y en 1979 la directora Pilar Miró se encargó
de recordar el caso en una película.
La
desaparición del químico de Algete
La policía y los familiares están convencidos de que a José
Luis Zaragoza lo mataron y aunque, como en el caso de la norteamericana
Shannon Melendi, nadie ha reconocido haberlo visto a partir del día
de su desaparición, ni ha usado ninguna de sus tarjetas bancarias,
ni tenía aparentemente ningún motivo para esfumarse, en
España esto no es suficiente para demostrar el asesinato de una
persona. Así que, al principal sospechoso sólo se le juzgó
por detención ilegal, tenencia ilícita de armas y hurto.
El 18 de febrero de 1998 la Audiencia Provincial de Madrid condenó
a Francisco Javier Cervigón Ruckauer a doce años de cárcel
por el delito de detención ilegal, dos años por tenencia
ilícita de armas, seis fines de semana de arresto por la falta
de hurto y a pagar a la esposa del desaparecido diez millones de pesetas
en concepto de responsabilidad civil y cinco millones de pesetas a cada
unos de los hijos.
El químico José Luis Zaragoza del Río desapareció
el 6 de octubre de 1995. Salió de su vivienda de Algete (Madrid)
sobre las diez y media horas de la mañana para ir primero al banco
y posteriormente a Zaragoza, donde planeaba participar en una cacería,
pero no fue a ninguno de los dos sitios. Diez días después,
apareció su coche con las llaves puestas en las inmediaciones de
Plaza Castilla (Madrid). Habían desaparecido las escopetas de caza,
dos navajas y una gorra que el químico llevaba en el vehículo.
Tras meses de búsquedas infructuosas, en abril de 1996 entra en
juego Francisco Javier Cervigón Ruckauer, un licenciado en Filología
Hispánica que nació en A Coruña en 1959 y que durante
siete años había sido novio de la hija mayor del desaparecido.
Cervigón se presentó ante la familia aduciendo ser el único
interlocutor válido nombrado por una banda mafiosa que quería
90 millones de pesetas de rescate. La familia designó entonces
a José Aliste Martín como intermediario en las negociaciones
y éste le pidió a Cervigón que demostrase que Zaragoza
seguía con vida. El filólogo le entregó, entonces,
una de las escopetas de caza, una foto en la que aparecía el químico
con un periódico posterior al día de su desaparición
y aportó datos que, en principio, no tenía por qué
conocer, como que su carnet de conducir estaba caducado o que poseía
una tarjeta de compra de determinado supermercado. La instantánea
resultó ser un fotomontaje cutre y la policía empezó
a sospechar que lo habían matado, ya que de estar vivo no tendrían
que recurrir a un burdo truco.
Entonces, los agentes detuvieron a Cervigón acusado de la desaparición
del químico. En el maletero de su coche encontraron dos de las
escopetas de Zaragoza, una de ellas con los cañones recortados
y ambas con la numeración limada. En su domicilio apareció
el periódico utilizado en el fotomontaje, que si no recuerdo mal
era algo sofisticado en plan The Wall Street Journal o The Economist.
Y, además, la policía comprobó que el detenido había
intentado convencer al camarero de un Colegio Mayor para que dijera que
la mañana de la desaparición había estado en el bar.
En noviembre de 1997 Cervigón intentó fugarse de una cárcel
picando la pared de su celda.
Durante la instrucción del caso, el acusado fue cambiando de versión.
Primero acusó a su ex socio iraquí y después dijo
que el fotomontaje se lo había dado su ex novia. Ya en el juicio,
mantuvo las acusaciones hacia la hija mayor del desaparecido. Los investigadores
describieron a Cervigón como "frío, calculador, violento
y peligroso" y se mostraron convencidos de que el filólogo
lo mató y escondió el cadáver para cobrar un rescate,
según testificaron en el juicio. Uno de los agentes señaló,
además, que el propio fallecimiento del padre de Cervigón
había sido "sospechoso", ya que se había producido
en "extrañas circunstancias".
Padres
no hay mas que dos (menos mal)
Andrea. Christian Caron ha sido condenado en noviembre a 18
años de cárcel por las torturas que infligió a sus
tres esposas y ocho hijos durante 30 años en Chambery (Francia).
El ex paracaidista de la infantería de marina francesa ejercía
en casa el papel de general que, al parecer, sus superiores no le concedieron.
Todo se descubrió en noviembre de 2003 cuando los médicos
de urgencias atienden a Charles de 3 años por quemaduras de segundo
grado en la cara y los muslos. Su hermano de 5 años confiesa ser
el culpable de las quemaduras, y su padre lo regaña en público.
Semanas después, el personal sanitario consigue que el niño
reconozca que el culpable de las quemaduras es su padre.
La primera víctima de Caron fue Ángela, con la que se casa
en 1976 tras quedar embarazada. Al mes comienza a pegarle y a dejarla
encerrada todas las mañanas con una lista de tareas a cumplir durante
el día. A Karine, su primera hija, acostumbraba a ponerla en un
radiador caliente con los pies desnudos hasta que comenzaba a chillar
con un trozo de queso Camembert (quizá el toque patriótico)
en la lengua extendida. Una tía la encuentra atada a la cocina
con el gas abierto. Su padre dice que se habrá enganchado. Unos
días después, su hermana Audrey se ahoga "ella sola"
con un cojín y queda hemipléjica. Al año, Franck,
de un mes y medio, muere al devolver leche. En esa época, los hechos
no despiertan sospechas, pero Carson no se librará de tener que
responder por ellos ya que los posibles delitos no han prescrito.
La segunda afortunada en cruzarse con Caron es Murielle con la que tiene
dos niñas, a las que llama Audrey y Katrine (igual que a sus dos
primeras hijas), y un niño llamado Hervé, del que nunca
está seguro de ser el padre. A ellos los obligaba a estar horas
de pie con las manos sobre la cabeza, estilo prisionero, recibiendo puñetazos.
Por suerte para ellos, Caron decide abandonarlos y les deja una foto de
su nueva mujer, ya embarazada.
Su tercera mujer es Beatrice, quien sin embargo se siente atraída
hacia el "carácter rígido" de su marido, con el
que tiene dos hijos. Ella ha sido condenada a dos años por colaboración.
Aunque también la tiene encerrada durante el día la acusa
de acostarse con medio pueblo, por lo que tampoco está seguro de
su paternidad. El hijo mayor es obligado a pasar horas de pie, mientras
que al pequeño le da duchas de agua casi hirviendo. Pero no todo
son malas noticias pues los psicólogos aseguran que Caron tiene
una "muy buena autoestima".
Los torturadores
de Hamburgo
Otro caso de tortura infantil, esta vez en Hamburgo (Alemania), ha llevado
a los padres de una niña a ser condenados a cadena perpetua. Jessica
de 7 años murió al atragantarse con un trozo de la poca
comida que le daban sus padres. La niña, quien pesaba solo 10 kilos
al morir, vivía encerrada en un ático oscuro, sin baño
ni ventanas y con una puerta con corriente eléctrica para que no
se le ocurriera salir. Aunque Jessica debería haber empezado el
colegio, sus padres nunca la matricularon y las autoridades de servicios
sociales se limitaron a enviar dos multas que sus tacaños progenitores
no pagaron. Los médicos dicen que aunque se hubiera rescatado a
Jessica en ese momento hubiera sufrido las consecuencias de la desnutrición
y encierro durante el resto de su vida. Este caso ha causado una gran
polémica en el país y ya se han presentado medidas para
evitar que algo así vuelva a ocurrir. Con este tipo de padres ser
huérfano parece una alternativa atractiva.
Condenan
a King por la muerte de Sonia Carabantes
Esther.
Tony King ha sido condenado a 36 años de cárcel por el crimen
de Sonia Carabantes y a pagar una indemnización de 300.000 euros
a los padres de la víctima. La Audiencia Provincial de Málaga
le ha condenado en noviembre a 23 años por un delito de asesinato,
8 por agresión sexual y 5 por detención ilegal. El tribunal
le aplicó la agravante de alevosía y ensañamiento
por haber cometido el crimen con "extraordinaria crueldad" y
porque la joven no tuvo posibilidad de defensa.
La Audiencia consideró probado que la madrugada del 14 de agosto
de 2003 el británico asaltó a Sonia en las inmediaciones
de su domicilio de Coín, la golpeó hasta dejarla medio inconsciente
y la encerró en el maletero de su coche. Después, condujo
hasta un paraje solitario del municipio de Monda, donde la puso en el
asiento trasero del vehículo para desnudarla y realizarle tocamientos
sexuales. A continuación, utilizó la camiseta de la joven
para estrangularla y abandonó el cadáver bajo unas rocas.
Entonces, se fue a su domicilio de Alhaurín de la Torre, donde
apareció a las ocho de la mañana con rasguños y heridas,
que justificó ante su pareja explicando que había sufrido
un accidente de tráfico.
Por su parte, la familia de la víctima ha anunciado que solicitará
la responsabilidad civil del estado por no controlar al británico
tras su llegada a España, a pesar de que contaba con antecedentes
penales en el Reino Unido.
King también está acusado de la muerte de Rocío Wanninkhof
y la policía británica sigue investigando su posible implicación
en cuatro asesinatos y dos violaciones, en los que el criminal empleó
un modus operandi similar al de King y que todavía no han sido
resueltos. De momento, han descartado su participación en el asesinato
de Milly Dowler, una niña de 13 años que desapareció
en marzo de 2002 cuando volvía del colegio.
El presunto Asesino de la
Costa declara su inocencia (Adegüello, noviembre 2005) Tony
King, el culebrón de la costa (Adegüello, enero 2004)
Sexsomnio:
lo último en excusas
Juanma. Las asociaciones de mujeres de Canadá están
que arden, y no es para menos. Un tribunal de Scarborough ha absuelto
en noviembre a un hombre acusado de agresión sexual, dando por
bueno el argumento de que lo hizo dormido porque padece "sexsomnio".
¿Qué es el sexsomnio?, se preguntarán ustedes. Pues
presten atención, porque la cosa tiene miga. Un experto en sueño
testificó en el juicio que el acusado (demos su nombre: se llama
Jan Luedecke y tiene 33 años) padece un trastorno que le provoca
"un comportamiento sexual involuntario durante el sueño".
Vamos, un sonámbulo follador. El tribunal aceptó este testimonio
y absolvió a Luedecke. Pero a nosotros nos parece que la cosa no
es tan simple.
Veamos los hechos: el sexsomne y su víctima, que no se conocían,
coincidieron en una fiesta. Los dos bebieron abundantemente. La mujer
buscó un sofá cómodo y se quedó dormida. Se
despertó al notar una sensación inconfundible. Algún
aprovechado se lo estaba haciendo con ella. Apartó al tipo de un
empujón y llamó a la policía. Hasta aquí,
todo parece muy claro.
Y ahora viene la declaración del acusado. Según él,
se había quedado dormido en el mismo sofá y se despertó
cuando alguien lo tiró al suelo. No empezó a sospechar que
había mantenido una relación sexual hasta que fue al baño
y descubrió que tenía un condón puesto.
Según el experto que declaró en el juicio, el sexsomnio
tiene una base genética, pero lo provocan el alcohol y la falta
de sueño. Vale, puede ser. Aceptemos que le pasa eso. Pero entre
los síntomas del trastorno ¿se incluye también que
la "pareja" debe estar igualmente dormida? Y la precaución
de ponerse un preservativo, ¿no parece muy poco onírica?
Mucho nos tememos que el tribunal se ha tragado una excusa que puede dar
muy malas ideas a según qué gente.
Y no es el único caso de la temporada, en Gran Bretaña,
James Bilton, un sonámbulo de 22 años, ha sido declarado
inocente de violación en diciembre porque estaba dormido mientras
mantuvo relaciones sexuales con una amiga de su misma edad. La chica dormía
en la cama de Bilton, mientras éste lo hacía en el sofá.
En mitad de la noche se despertó sin pantalones y con el amigo
encima. Bilton es sonámbulo desde los 13 años. Según
el doctor Ishaad Ebrahim entre un 1 y un 2,5 por ciento de los adultos
son sonámbulos y un 4 por ciento de estos tienen actividad sexual
mientras están dormidos.
El parricida sonámbulo
y los sonámbulos y el crimen (Adegüello, mayo 2005)
Catorce
años para violador de costumbres
Andrea.
Un juzgado de Gironde (Francia) ha condenado en diciembre a Roland Cazaux
a 14 años de cárcel por 36 violaciones e intentos cometidos
entre 1985 y 2002. El hombre, al que la policía apodaba "el
gato" por lo escurridizo que era, fue capturado en 2002 después
de varios años de carrera en los delitos sexuales.
A los cinco años a Cazaux ya le gustaba espiar a su madre y hermana
cuando estaban desnudas. De eso, pasó a masturbarse frente a las
ventanas de la casa para escándalo de sus vecinos. En 1983 es condenado
a tres meses por exhibirse frente a tres mujeres. La policía cree
que esa experiencia le hizo ser más precavido en los siguientes
once años hasta su captura.
Cazaux, de 47 años, quien no tenía preferencias especiales
pues la edad de sus víctimas fluctúa de los 17 a los 70
años, era muy constante en su método. Primero escogía
a alguna mujer entre los pasillos de un supermercado y la seguía
a su casa; tras asegurarse de que viviera sola, se introducía en
la vivienda cuando estaba vacía y preparaba el escenario. Después,
generalmente de 2 a 4 horas de la mañana entraba por la ventana
o jardín y cortaba la luz. No usaba máscara porque sabía
que su víctima no podía verle la cara y les hacía
creer, al principio, que estaba acompañado; después de atarlas
con nudos aprendidos en un club de vela, las violaba. Nada lo detenía,
ni que hubiera niños en casa o que la mujer dijera tener Sida,
para esto último iba preparado y se colocaba un preservativo. Sólo
los gritos le hacían adelantar su huida. Su trabajo de contramaestre
de puerto le permitía viajar sin despertar sospechas.
La policía consiguió capturarlo porque un día aparcó
su coche demasiado cerca de la casa de su víctima y un vecino apuntó
la matrícula. Al ser capturado, reconoció inmediatamente
los hechos e incluso informó a la policía de otros delitos
por los que no estaba acusado. Según decía no seguía
sus crímenes en los periódicos, ni guardaba souvenirs ni
nada, lo hacía todo "para sí mismo" Esta parte
de su vida sorprendió a su familia, Cazeaux está casado
y tiene dos hijos, así como a conocidos y colegas de trabajo, quienes
lo consideraban un hombre amable y atento con todos. Aficionado al rugby,
le gustaba trabajar en el campo e incluso ayudaba en campeonatos deportivos
para minusválidos.
Cortan
carreteras para robar un banco de Castellón
Esther. El
plan empezaba con el robo de un coche una madrugada de diciembre en Castillo
de Villamalefa (Castellón, España). Se llevaron un Volkswagen
de la plaza del pueblo con el que se desplazaron al municipio vecino de
Villahermosa del Río, de menos de 500 habitantes. A medio kilómetro
de la entrada del pueblo forzaron la puerta de una empresa de construcción,
de la que se llevaron un camión de 18 toneladas, dos excavadoras
y herramientas. El camión, sin matrículas ni carteles identificativos
de la empresa a la que pertenecía y con dos ruedas pinchadas, lo
dejaron en mitad de una de las carreteras de acceso a Villahermosa del
Río, la CV175. En otra de las vías de acceso, la CV196,
colocaron tres pinos en mitad de la calzada, que también impedían
la circulación de vehículos. Sólo dejaron libre uno
de los accesos al pueblo, la carretera a Puertomingalvo (Teruel). Después
abandonaron una excavadora por el camino y con la otra se dirigieron a
una sucursal bancaria. Allí, cuatro encapuchados quemaron la alarma
del banco con un soplete, demolieron una pared con la excavadora y arrancaron
la caja fuerte, pero eran cerca de las 4 horas de la madrugada y el ruido
despertó a los vecinos. Una patrulla popular, capitaneada por el
alcalde, empezó a perseguir a los ladrones antes de que llegara
la Guardia Civil. Finalmente, los perseguidores localizaron el coche robado
y la caja fuerte sin abrir, pero con signos de haber sido forzada, a pocos
kilómetros del pueblo.
El plan era espectacular, pero parece que se les escapó un pequeño
detalle: cómo sacar el dinero de la caja. Del pueblo se la llevaron
en la pala de la excavadora. Así que, o les faltaba un coche rápido
en el que llevarla o un experto en la apertura de cajas fuertes.
Aunque parezca difícil de creer, probablemente en la capital de
España a las 6 horas de la madrugada habría sido más
fácil el robo. Hay obras por todos lados y a los madrileños
no les iba a sorprender mucho el ruido de una excavadora más. Además,
el propio gobierno municipal ya se encarga de cortar casi todas las vías
de acceso a un punto. Lo único es que habría que revisar
horas antes del robo la ruta de escape porque los cortes municipales suelen
ser sorpresivos.
Inocentes
cobran por dejarse detener
Esther. Nueve policías de La Matanza (Buenos Aires,
Argentina) han sido acusados en noviembre de mandar a inocentes a la cárcel
para simular operaciones de lucha contra el juego ilegal. Los inocentes
no lo eran tanto porque cobraban unos 27 euros por dejarse encerrar unos
días. Al parecer, los empresarios del juego clandestino son los
que ponen el dinero para los falsos corredores de apuestas que a veces
reciben el pago en la propia comisaría. A un juez le sorprendió
encontrarse siempre con un mismo detenido y uno de los implicados acabó
confesando. Uno de los falsos corredores llegó a falsificar su
DNI para fingir que tenía más de 60 años y conseguir
que sus cortas estancias carcelarias se convirtieran en arrestos domiciliarios.
Se cree que en Argentina más de tres millones de personas juegan
a la quiniela clandestina, cuyas apuestas son gestionadas en la calle
o el domicilio del jugador por más de 120.000 corredores ilegales,
mientras que el dinero de los premios corre a cargo de más de 1000
personas, a los que llaman capitalistas del juego, que no pagan impuestos
por su actividad y se cree captan más de 400.000 euros al día.
Contratan a los falsos corredores de apuestas para el presidio porque
así los verdaderos no pierden el tiempo y la policía mantiene
una buena estadística en su lucha contra el juego ilegal. En Buenos
Aires han empezado a reciclar a los clandestinos contratándolos
como quinieleros oficiales. Estos se presentaran en la puerta de los vecinos
con un aparato que envía la jugada a la agencia oficial de apuestas,
porque creen que el éxito de los clandestinos radica, en parte,
en la comodidad de la apuesta ya que se desplazan a casa de los jugadores.
El visionario
del gas sarín enloquece en la cárcel
Esther. Los abogados de Shoko Asahara, fundador de la secta
japonesa La Verdad Suprema, han dicho en noviembre que su cliente está
mal de la cabeza y que padece trastornos mentales a causa del encierro.
El plazo de presentación de su recurso de apelación contra
la sentencia de febrero por la que le condenaron a muerte se ha paralizado
porque los letrados alegan que son incapaces de comunicarse con su cliente.
Así que el tribunal les ha dado permiso para que se le realice
una nueva evaluación psiquiátrica.
Lo de la locura no es algo nuevo porque ya durante el juicio el visionario
del gas sarín se dedicaba a hacer gestos extraños en la
sala y a hablar entre dientes frases incoherentes, pero ahora, además,
está en una silla de ruedas y con incontinencia real o fingida.
Aunque hace poco fue considerado mentalmente competente por un forense
judicial.
Por otro lado, los servicios de inteligencia japoneses han pedido en noviembre
que se sigan investigando las actividades de la secta durante otros tres
años porque dicen que los miembros del culto han vuelto a la corriente
de la justificación de los asesinatos en masa y otros ataques variados
contra la sociedad. En principio el grupo se cambió el nombre por
"Aleph" e intentaron desvincularse del fundador. Pero, últimamente,
según los servicios de inteligencia, los adeptos han vuelto a considerar
a Asahara como el espíritu absoluto y ponen grabaciones de sus
cantos y charlas en las reuniones.
El grupo está bajo vigilancia desde 2000, a raíz de una
ley hecha a su medida que permite investigar todos los movimientos y actividades
de cualquier organización que comete asesinatos de masas. Por ello,
deben facilitar los nombres y domicilios de los feligreses e informar
sobre todos los ingresos, gastos y actividades. Actualmente la secta tiene
un millar de adeptos entre Japón y Rusia.
Pena de muerte inapelable para la Verdad Suprema (Adegüello, mayo 2005).
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