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El noble requirió los servicios sexuales de Jamila en 2002 y unos meses después se convirtió en su tercera esposa. Pero en 2004 comenzaron los trámites de separación. El 5 de noviembre de ese mismo año Ashley- Cooper desapareció tras ir a visitar a su esposa en un apartamento de Cannes. Los restos de su cadáver aparecieron cinco meses después en un barranco remoto de los Alpes. Mohamed fue extraditado de Alemania, donde residía, y acabó confesando que estranguló a Ashley- Cooper y trasladó el cadáver en el maletero de su coche. Los hermanos explicaron que la muerte había sido accidental por una pelea entre los hombres, producto de una borrachera, pero el teléfono móvil de la ex prostituta los delató. A través de los registros de su móvil se comprobó que la mujer había estado, dos días antes de la muerte del Conde, en el paraje donde apareció su cuerpo, lo que convertía el caso en un asesinato premeditado. Jamila M'Barek le contó, además, a otra hermana, en un encuentro grabado en la cárcel, que le había pagado 150.000 euros a Mohamed para que se deshiciera de su marido. No vuelvas al lugar del crimen, ni con peluca Juanma. Por lo visto, Luis Olivencia le tenía mucho cariño a aquel bar de la Corredera Alta de Madrid, donde el año pasado le pegó un tiro a un hombre. Tanto echaba de menos su bar que no resistió la tentación de volver a tomarse allí una cerveza, a pesar de que sabía que su víctima -que sobrevivió al tiro- vivía cerca de allí con su familia. Eso sí, tomó la precaución de ponerse una peluca para que no lo reconocieran. No le sirvió de nada. Fue capturado ignominiosamente por las tres hijas del tiroteado, de 17 a 22 años de edad. La agresión original ocurrió el 7 de mayo de 2006. Olivencia, entonces de 56 años, y otros clientes veían en el bar un partido del Real Madrid. Uno de los clientes, llamado Said, de 50 años y origen marroquí, jaleó una jugada del equipo madrileño. A Olivencia, que debe de ser del Atleti, no le hizo gracia el asunto y comentó "Cómo le puede gustar a un moro el Real Madrid". Se inició una discusión en la que Said intentó argumentar que él era del equipo que le diera la gana. Olivencia sacó un spray, y le fumigó los ojos. Said subió a su casa a lavarse y poco después bajó de nuevo a la calle. Los dos hombres volvieron a encontrarse, forcejearon y en medio de la pelea Olivencia sacó una pistola y le pegó al otro un tiro en el estómago. Dos de las hijas de la víctima fueron testigos. Desde entonces, Luis Olivencia había estado en paradero desconocido, mientras la policía lo buscaba por varias ciudades españolas. Su pista se perdió en Asturias. Mientras tanto, Said fue operado de urgencia, pasó muchas semanas en el hospital y por fin pudo volver a hacer vida normal. Pasó un año. Y entonces, el pasado 5 de mayo, la querencia de Luis por el bar de la Corredera Alta pudo más que él. Ignoramos qué clase de tapas tiene ese bar, pero está claro que Luis planificó la visita, como demuestra el hecho de haberse puesto una peluca canosa para que nadie lo reconociera. Pero ni Said ni sus hijas habían olvidado su cara. Mientras él se tomaba unas cervezas, dio la casualidad de que Said pasó por allí y lo vio. El pelo canoso le hizo dudar, pero fue a buscar a sus hijas y les contó sus sospechas. Las chicas entraron en el bar, miraron a Olivencia de arriba a abajo y empezaron a hacer preguntas al camarero. Olivencia se olió la situación, pagó y trató de escabullirse, pero las tres muchachas fueron tras él. "¿Tú eres Luis? ¿Conoces a Said?", empezaron a preguntarle. Él intentó eludirlas, pero las chicas ya no tenían dudas. "¡Asesino!", gritaban, pidiendo ayuda a los viandantes. La menor de las tres hermanas, de 17 años, agarró a Olivencia por la chaqueta. Él sacó un bote de spray (menos mal que esta vez no llevaba la pistola) y le fumigó la cara. Pero las otras dos se habían lanzado sobre él, ayudadas por un transeúnte, y lo derribaron al suelo. La muchacha gaseada le arrancó la peluca y lo abofeteó. Apareció la policía y se los llevó a todos a comisaría. Las tres hermanas iban felices. Olivencia, no tanto. Luis Olivencia tiene un historial de 30 detenciones, casi todas por robos y falsificaciones. Se le encontró un carnet de identidad falso. Había contra él cinco órdenes de busca y captura de distintos juzgados. Su abogado solicitó la libertad provisional alegando que el disparo era un simple delito de lesiones, no intento de homicidio, y que no había riesgo de fuga porque tenía domicilio conocido. El juez replicó que hasta aquel momento nadie conocía su domicilio y que no sólo había riesgo de fuga sino que Olivencia llevaba un año fugado, y lo envió a la cárcel. Para que luego digan que los tópicos son sólo tópicos. Olivencia tiene historial delictivo suficiente para saber que ni con peluca hay que volver al lugar del crimen. Lo que lamentamos es no conocer el nombre del bar que fue su perdición. Tiene que tener unas raciones fantásticas. Le pillan por su afición a la cerveza
Gastan la gasolina de la huida por exceso de fogosidad Esther. Tasha Silva, de 30 años, y su novio, Marcus Schulze, robaron supuestamente una furgoneta del Sheriff de Hilmar (California, EEUU) en abril. Condujeron hasta un descampado, donde pararon para mantener relaciones sexuales. Pero dejaron el motor encendido y la gasolina duró menos que el encuentro íntimo. Así que cuando el Sheriff localizó su furgoneta, tuvieron que huir a la carrera. Sólo lo consiguió el chico. Llaman a un cerrajero para robar en una casa Esther. El plan era muy sencillo: Llamar a un cerrajero para que les abriera la puerta de una casa en la que supuestamente pretendían robar, y el cerrajero se la abrió. Fueron más lejos y le pidieron que les abriera una caja de caudales de la que, al parecer, sustrajeron un reloj. Pero todo se fue al traste por un pequeño error: No le pagaron. En mayo, la policía descubrió a una pareja de rumanos, semidesnudos, en el cuarto de estar de una vivienda deshabitada de Castellón (España), después de que les avisara el cerrajero. La dueña de la casa está en la cárcel. Pierde la pierna ortopédica en la huida Esther. Se le cayó la pierna ortopédica en la huida y todo se complicó. Los agentes no tuvieron muchas dificultades para identificar al cojo que intentaba escapar a la carrera. Gregory Daniels, de 48 años, junto con otro hombre, consiguió desplazar un cajero automático de un mercado de Pomona (California, EE.UU.), con una cadena enganchada a una furgoneta, y cargarlo en el vehículo, una madrugada de abril. La policía les persiguió hasta que llegaron a un callejón sin salida. El cómplice consiguió huir, pero a Gregory le traicionó la prótesis. |
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revista trimestral de crítica de crímenes
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número 20- julio 2007
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próximo número octubre 2007
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